Otro post, otro capricho
La semana pasada TUVE que ir al dentista. Repito, TUVE. No fui ni por una revisión, ni por hacerme la cool que cumple con la cita anual
preceptiva. No. Fui porque había intentado hacer la vista gorda con una muela que
lleva cuatro años dándome la lata. Lo cierto es que acudí a otro dentista en su
momento para que me hiciera un empaste, pero en cuanto me rozaba el diente con
el aparatito metálico, notaba una descarga
eléctrica que me llegaba hasta el cerebro. Tras tres anestesias la situación no
mejoró y me mandó a casa con una cara que reflejaba más
miedo que la mía (¿Ya no podía confiar en las anestesias? ¿y si a partir de mi
visita todos los pacientes se volvían insensibles a la lidocaína?).
Lo
preocupante es que el cachivache no estaba enchufado a nada, era lo que ellos
llaman “sonda periodontal”. Esa ‘cosa’ con la que raspan los dientes (qué
agradable sensación) para comprobar si lo que hay son manchas o verdaderas caries.
Tras cuatro años (cosa imperdonable) he
tenido que ir desesperada a otro dentista porque el dolor que sentía me había
obligado a tomar paracetamol. Y eso solo significaba una cosa: problema serio.
Lo ‘mejor’ ha sido que el no haber tratado el tema a tiempo ha supuesto que en
lugar de un empaste me hicieran… ¡una ENDODONCIA! Sólo recordarlo duele. En
honor a la verdad tengo que reconocer que este dentista me ha puesto mejores
anestesias y que no se ha cortado, me ha drogado tanto como yo quería. Pincha
por la cara interior de la encía, por fuera, clava la aguja en el hueso…
Incluso, tras vaciarme el diente, me pinchó anestesia en el mismo nervio. Las
agujas no me dan ningún miedo, me tranquilizan porque sé que anestesia buena; dolor malo. Pero tengo
que reconocer que el que me clavara aquello en el mismísimo centro del dolor
fue brutal. Mis gritos me asustaron incluso a mí.
El trabajo tuvo que hacerse en dos sesiones, así que al día siguiente
regresé con la boca todavía dolorida para que terminara de sacarme los nervios
con unas minúsculas limas (¡qué preciosismo!) que metió en cada raíz y con las
que me raspó el interior de mis dientes, aunque a mí me pareció que hurgaba en mis entrañas. Sí, mi vida es genial. Pero por lo menos ahora me siento orgullosa
por haber aumentado mi umbral del dolor… Bueno, he gritado, he llorado, pero he
sobrevivido. Y eso, my friends, es lo
que cuenta.
Lo increíble es que a pesar de todo, en un
pequeño rinconcito, mi mente imaginaba mi próxima receta: unas galletas que se
me han ocurrido y que espero poder hacer.
Pero, finalmente traigo un capricho de chocolate que se me lleva
antojando desde hace una semana. Doy mi palabra de que si se sigue la receta al
dedillo es prácticamente imposible que no salga deliciosa. El bizcocho de chocolate
y plátano es lo más jugoso y ligero que he probado (me río de las tartas de
chocolate al uso y de los tan manidos brownies -no me disgustan- que todo el mundo hace). El chocolate fudge buttercream me recuerda
a aquellos helados que todos hemos comido de pequeños, esos conos que te hacían
con una máquina que te hipnotizaba mientras veías caer la crema sobre un
cucurucho, todo hay que decirlo, algo pálido y que sabía a papel. Si queréis
podéis solo hacer los cupcakes sin más, pues están riquísimos, pero a los que
como a mí les guste una bomba calórica de vez en cuando… con buttercream del
bueno. La receta es de Stephanie Jaworski (Joy of baking) y es, simplemente,
maravillosa.
Ingredientes para los cupcakes:
- 130 gr de harina
- 200 gr de azúcar
- 35 gr de cacao en polvo sin azúcar (yo
he usado Cola Cao 0%).
- ¾ tsp (cucharada de café) de
bicarbonato
- ¾ tsp de levadura química
- ¼ tsp de sal
- 1 huevo L
- 90ml de aceite sin sabor. Yo he usado
de girasol (también puede ser de maíz o cualquier aceite que no tenga un sabor
fuerte)
- 120 ml de agua (temperatura ambiente)
- 60 ml de leche (puede ser
semidesnatada, desnatada o, como en mi caso, entera)
- 2 tsp de esencia de vainilla
- 1 plátano o banana (prefiero la segunda
opción). La banana tiene que estar madura para aportar mayor dulzor
Precalentar horno a 180º diez minutos
antes de hornear. Poner las cápsulas de
papel en la bandeja para cupcakes.
Sí, habéis leído bien, nada de
mantequilla y sí aceite de girasol. Esta parte era la que más me chirriaba, pero
el resultado, además de ser increíble, es que los cupcakes, al no contener
mantequilla, se mantienen unos cinco días en la nevera sin que el bizcocho endurezca.
Primero mezclaremos los ingredientes
secos tras haberlos tamizado para evitar grumos de masa. Esto es, la harina, el
azúcar, la levadura, el bicarbonato, la sal y el cacao. Seguidamente, en otro
bowl, machacaremos con un tenedor el plátano. Después añadiremos el huevo L y
mezclaremos a mano con varillas. Para finalizar, le pondremos la esencia de
vainilla y mezclaremos bien.
Ahora toca hacer un hueco en el centro de
los ingredientes secos y añadir la masa formada por el plátano, la vainilla y
el huevo. Tras esto, mezclaremos bien, pero no demasiado, porque como podréis
comprobar la masa es fina (no os preocupéis por los grumos del plátano). Es
mejor mezclar a mano con una lengua de silicona o con una cuchara cualquiera.
Tras lo cual llenaremos las cápsulas con nuestra cuchara de hacer bolas de
helado o con cucharón de sopa, o incluso con un vaso medidor, e introduciremos
la bandeja en el horno para tenerla a 180º arriba y abajo (160º si es con
ventilador) durante 22-25 minutos. Para asegurarnos de que están listos debemos
hacer la prueba del palillo: seco, listos; húmedo, les falta. Cuando terminemos
de hornear, dejaremos cinco minutos en el horno, con la puerta abierta.
Posteriormente pasaremos los cupcakes (fuera de la bandeja) a una rejilla para
que enfríen por completo.
Ingredientes chocolate fudge buttercream:
- 130 gr de mantequilla (a temperatura
ambiente)
- 2 tsp de esencia de vainilla
- 90 gr de chocolate negro (sin azúcar,
muy importante)
- 120 gr de icing sugar (o, en su
defecto, de azúcar glas) tamizado.
Tendremos que fundir el chocolate al baño
maría. Es muy importante que sea sin azúcar porque si no quedará muy dulce. En
el caso del buttercream no podemos reducir la cantidad de icing sugar para compensar el dulzor de otro ingrediente, porque es
el icing sugar el que permite que la
crema tenga cuerpo. Cuando hayamos derretido el chocolate, lo dejaremos de lado
para que enfríe (¡No meter en la nevera!).
Lo siguiente es poner los dados de
mantequilla en un recipiente y batir hasta que se forme una especie de crema.
Tras esto añadiremos el icing sugar.
Se puede usar perfectamente azúcar glas, pero es cierto que el primero está
todavía más refinado y hace que el resultado sea mucho mejor.
Cuando hayamos logrado una crema dulce
añadiremos el chocolate que no deberá estar caliente ni templado para no
derretir la mantequilla, y mezclaremos. Añadiremos la vainilla y batiremos de nuevo. Pararemos
varias veces de batir para rascar los bordes del bowl en el que estemos
mezclando. Esto se hace para que resulte un buttercream homogéneo y no nos
encontremos con una cobertura de cupcakes multicolor (pegotes de
amarillo-mantequilla, manchas marrón-chocolate y grumos blancos de azúcar).
Yo he decorado usando la manga pastelera
con la boquilla 1M de Wilton (porque no encontraba en mis cosas la nueva
boquilla 2D). Pero el resultado me ha encantado. Como toque final he puesto por
encima virutas de chocolate negro alemán y a otros les he puesto menos buttercream (porque ya no me quedaba ) y gajos de limón y naranja de gominola. El resultado genial. Besos de
azúcar.
Nota:
por cierto, si alguien hace la receta que recomiende mi blog, es importante
citar las fuentes como lo hago yo ;p.