martes, 10 de julio de 2012

Banana chocolate cupcakes y mi visita al dentista


Otro post, otro capricho






 La semana pasada TUVE que ir al dentista. Repito, TUVE. No fui ni por una revisión, ni por hacerme la cool que cumple con la cita anual preceptiva. No. Fui porque había intentado hacer la vista gorda con una muela que lleva cuatro años dándome la lata. Lo cierto es que acudí a otro dentista en su momento para que me hiciera un empaste, pero en cuanto me rozaba el diente con el aparatito metálico, notaba una  descarga eléctrica que me llegaba hasta el cerebro. Tras tres anestesias la situación no mejoró y me mandó a casa con una cara que reflejaba más miedo que la mía (¿Ya no podía confiar en las anestesias? ¿y si a partir de mi visita todos los pacientes se volvían insensibles a la lidocaína?). 

Lo preocupante es que el cachivache no estaba enchufado a nada, era lo que ellos llaman “sonda periodontal”. Esa ‘cosa’ con la que raspan los dientes (qué agradable sensación) para comprobar si lo que hay son manchas o verdaderas caries.

Tras cuatro años (cosa imperdonable) he tenido que ir desesperada a otro dentista porque el dolor que sentía me había obligado a tomar paracetamol. Y eso solo significaba una cosa: problema serio. Lo ‘mejor’ ha sido que el no haber tratado el tema a tiempo ha supuesto que en lugar de un empaste me hicieran… ¡una ENDODONCIA! Sólo recordarlo duele. En honor a la verdad tengo que reconocer que este dentista me ha puesto mejores anestesias y que no se ha cortado, me ha drogado tanto como yo quería. Pincha por la cara interior de la encía, por fuera, clava la aguja en el hueso… Incluso, tras vaciarme el diente, me pinchó anestesia en el mismo nervio. Las agujas no me dan ningún miedo, me tranquilizan porque sé que anestesia buena; dolor malo. Pero tengo que reconocer que el que me clavara aquello en el mismísimo centro del dolor fue brutal. Mis gritos me asustaron incluso a mí.

El trabajo tuvo que hacerse  en dos sesiones, así que al día siguiente regresé con la boca todavía dolorida para que terminara de sacarme los nervios con unas minúsculas limas (¡qué preciosismo!) que metió en cada raíz y con las que me raspó el interior de mis dientes, aunque a mí me pareció que hurgaba en mis entrañas. Sí, mi vida es genial. Pero por lo menos ahora me siento orgullosa por haber aumentado mi umbral del dolor… Bueno, he gritado, he llorado, pero he sobrevivido. Y eso, my friends, es lo que cuenta.

Lo increíble es que a pesar de todo, en un pequeño rinconcito, mi mente imaginaba mi próxima receta: unas galletas que se me han ocurrido y que espero poder hacer.  Pero, finalmente traigo un capricho de chocolate que se me lleva antojando desde hace una semana. Doy mi palabra de que si se sigue la receta al dedillo es prácticamente imposible que no salga deliciosa. El bizcocho de chocolate y plátano es lo más jugoso y ligero que he probado (me río de las tartas de chocolate al uso y de los tan manidos brownies -no me disgustan-  que todo el mundo hace). El chocolate fudge buttercream me recuerda a aquellos helados que todos hemos comido de pequeños, esos conos que te hacían con una máquina que te hipnotizaba mientras veías caer la crema sobre un cucurucho, todo hay que decirlo, algo pálido y que sabía a papel. Si queréis podéis solo hacer los cupcakes sin más, pues están riquísimos, pero a los que como a mí les guste una bomba calórica de vez en cuando… con buttercream del bueno. La receta es de Stephanie Jaworski (Joy of baking) y es, simplemente, maravillosa.

Ingredientes para los cupcakes:
- 130 gr de harina
- 200 gr de azúcar
- 35 gr de cacao en polvo sin azúcar (yo he usado Cola Cao 0%).
- ¾ tsp (cucharada de café) de bicarbonato
- ¾ tsp de levadura química
- ¼ tsp de sal
- 1 huevo L
- 90ml de aceite sin sabor. Yo he usado de girasol (también puede ser de maíz o cualquier aceite que no tenga un sabor fuerte)
- 120 ml de agua (temperatura ambiente)
- 60 ml de leche (puede ser semidesnatada, desnatada o, como en mi caso, entera)
- 2 tsp de esencia de vainilla
- 1 plátano o banana (prefiero la segunda opción). La banana tiene que estar madura para aportar mayor dulzor 



Precalentar horno a 180º diez minutos antes de hornear.  Poner las cápsulas de papel en la bandeja para cupcakes.

Sí, habéis leído bien, nada de mantequilla y sí aceite de girasol. Esta parte era la que más me chirriaba, pero el resultado, además de ser increíble, es que los cupcakes, al no contener mantequilla, se mantienen unos cinco días en la nevera sin que el bizcocho endurezca.
Primero mezclaremos los ingredientes secos tras haberlos tamizado para evitar grumos de masa. Esto es, la harina, el azúcar, la levadura, el bicarbonato, la sal y el cacao. Seguidamente, en otro bowl, machacaremos con un tenedor el plátano. Después añadiremos el huevo L y mezclaremos a mano con varillas. Para finalizar, le pondremos la esencia de vainilla y mezclaremos bien.

Ahora toca hacer un hueco en el centro de los ingredientes secos y añadir la masa formada por el plátano, la vainilla y el huevo. Tras esto, mezclaremos bien, pero no demasiado, porque como podréis comprobar la masa es fina (no os preocupéis por los grumos del plátano). Es mejor mezclar a mano con una lengua de silicona o con una cuchara cualquiera. Tras lo cual llenaremos las cápsulas con nuestra cuchara de hacer bolas de helado o con cucharón de sopa, o incluso con un vaso medidor, e introduciremos la bandeja en el horno para tenerla a 180º arriba y abajo (160º si es con ventilador) durante 22-25 minutos. Para asegurarnos de que están listos debemos hacer la prueba del palillo: seco, listos; húmedo, les falta. Cuando terminemos de hornear, dejaremos cinco minutos en el horno, con la puerta abierta. 

Posteriormente pasaremos los cupcakes (fuera de la bandeja) a una rejilla para que enfríen por completo.

Ingredientes chocolate fudge buttercream:
- 130 gr de mantequilla (a temperatura ambiente)
- 2 tsp de esencia de vainilla
- 90 gr de chocolate negro (sin azúcar, muy importante)
- 120 gr de icing sugar (o, en su defecto, de azúcar glas) tamizado.

Tendremos que fundir el chocolate al baño maría. Es muy importante que sea sin azúcar porque si no quedará muy dulce. En el caso del buttercream no podemos reducir la cantidad de icing sugar para compensar el dulzor de otro ingrediente, porque es el icing sugar el que permite que la crema tenga cuerpo. Cuando hayamos derretido el chocolate, lo dejaremos de lado para que enfríe (¡No meter en la nevera!).

Lo siguiente es poner los dados de mantequilla en un recipiente y batir hasta que se forme una especie de crema. Tras esto añadiremos el icing sugar. Se puede usar perfectamente azúcar glas, pero es cierto que el primero está todavía más refinado y hace que el resultado sea mucho mejor.

Cuando hayamos logrado una crema dulce añadiremos el chocolate que no deberá estar caliente ni templado para no derretir la mantequilla, y mezclaremos.  Añadiremos la vainilla y batiremos de nuevo. Pararemos varias veces de batir para rascar los bordes del bowl en el que estemos mezclando. Esto se hace para que resulte un buttercream homogéneo y no nos encontremos con una cobertura de cupcakes multicolor (pegotes de amarillo-mantequilla, manchas marrón-chocolate y grumos blancos de azúcar).

Yo he decorado usando la manga pastelera con la boquilla 1M de Wilton (porque no encontraba en mis cosas la nueva boquilla 2D). Pero el resultado me ha encantado. Como toque final he puesto por encima virutas de chocolate negro alemán y  a otros les he puesto menos buttercream (porque ya no me quedaba ) y gajos de limón y naranja de gominola. El resultado genial. Besos de azúcar. 

  

Nota: por cierto, si alguien hace la receta que recomiende mi blog, es importante citar las fuentes como lo hago yo ;p.