lunes, 23 de julio de 2012

Red Velvet Cake y Feliz Ramadán






Sí, el pasado viernes 20 de julio empezó el Ramadán, que como todo el mundo sabe es el mes de ayuno para los musulmanes. Sé que mucha gente ve este mes como algo raro, difícil y, sobre todo, como un sacrificio innecesario. Pero ¿cómo explicarlo para que no parezca una práctica alienígena?

El mes de Ramadán es en realidad como una fiesta “¿Una fiesta en la que no puedes comer, ni beber?” Sí, lo es. Es un mes en el que se supone que los musulmanes deben saber qué se siente al no tener nada que llevarse a la boca ni nada que beber hasta que se pone el sol. Además es un mes para reflexionar, agradecer y poner a prueba nuestra fuerza de voluntad.

Es cierto que cuando empieza a oscurecer, nosotros nos ponemos las botas, y también es cierto que un artículo que leí la semana pasada en El País  me dio que pensar, mejor dicho, lo que me hizo reflexionar fue un comentario que aparecía a pie de noticia. El titular rezaba: “Los médicos alertan del riesgo para los diabéticos de ayunar en Ramadán”:

“El ayuno representa un riesgo significativo para la salud de las personas con diabetes, pero a pesar de esto, muchas de ellas ayunan sin consultar con un médico y se pueden desarrollar complicaciones agudas”, afirma el doctor Wasin Hanif, especialista en diabetes y endocrinología en el Hospital Universitario de Birmingham, Reino Unido.

Supongo que este tipo de cosas son las que hacen que muchas personas no entiendan esta práctica, pero es que estoy totalmente de acuerdo con el doctor Hanif, el Ramadán no debe ser, ni es, un sacrificio que te cueste la salud. Ése no es el verdadero sentido de este mes. Pero, continuando con lo que quería decir, el comentario que más me escamó fue el siguiente:

"Luego por las noches se ponen morados, y por dia no rinden en el trabajo ya que me vas a contar en pleno julio trabajando sin comer ni beber nada no se como se puede hacer, ahhh si lo se no trabajando, para eso estamos los demas para pagarles las ayudas" (beamonteses).

El tono agrio no es nada nuevo  (ni las faltas de ortografía en personas que tienen este tipo de ideas), pero sí que es cierto que por las noches nos ponemos morados. No debería ser así, aunque lo importante es sentir mientras ayunas el hambre y, sobre todo con este calor, la sed. Cuando cae el sol es cuando realmente te paras a pensar, cuando ves que tienes una mesa llena de distintos platos mientras hay gente ahí fuera que durante todo el año ‘ayuna’ aunque la puesta de sol no vaya a suponer ninguna tregua para sus estómagos. Por eso antes de que acabe el mes, unos tres días antes, es obligatorio, para todo aquel que pueda, dar la fitra  o limosna. Esto puede traducirse en ir a la carnicería y comprar carne para el vecino que sabes que las está pasando ‘canutas’; o pensar en dar a esa señora a la que ves por las mañanas cuando vas a trabajar pidiendo en la puerta de un supermercado; o en aquel amigo/a que sabes que no se atreve a decirte que necesita de ti porque no tiene para llegar a fin de mes… En fin, son muchas las situaciones y muchas las personas a las que se puede ayudar. Por eso este mes me gusta.

Pero también está la sensación de fiesta, como en Navidad, que también celebro, aunque sin el sentido religioso. Para mí es una fiesta en la que Papá Noel me traerá lo que le haya pedido. Y sí, sé que soy mayorcita, pero qué le voy a hacer ;p.

Todos los días son fiesta en Ramadán, todos los días te sientas a la mesa con tus seres queridos tras la dura experiencia del día. A mí, que me encanta la cocina, me fascina comprobar cómo se desarrollan el sentido del olfato y el del gusto, que hace que hasta un trocito de pan te sepa a gloria. Así que, como mis orígenes son taaan variopintos -que si de padre italiano, de madre argelina y con hermanos ingleses- pensé que lo mejor para celebrar esta fiesta era preparar un dulce que no me toca de nada: la exquisita tarta americana Red Velvet Cake. El proceso fue largo y duro porque es la primera vez que la hago, pero todo sea por la repostería… y mi estómago.

¿Qué es la Red Velvet Cake? Es una tarta de chocolate cuya peculiaridad radica en el contraste de color, por dentro es roja y por fuera blanca, ya que lleva un frosting de queso (mi preferido). Ésta parece ser una asignatura obligatoria, pues en la mayoría de los blogs de repostería aparece, así que me he puesto manos a la obra para ver a qué tanta historia con la Red Velvet Cake y… me he enamorado. Sí, me he enamorado de lo jugoso que es el bizcocho y de su textura extremadamente suave. Eso sí, advierto de una cosa, como el frosting no me salió lo suficientemente consistente después cubrí la tarta con un fondant de vainilla de Funcakes que tenía. Aquí se cuenta todo :D.

Ingredientes: (todos los ingredientes utilizados son halal y kosher)
-          500 gr de harina tamizada
-          1 tsp de sal
-          30 gr de cacao en polvo (yo he usado cacao puro sin azúcar de la marca Lindt)
-          226 gr de mantequilla
-          600 gr de azúcar granulado
-          4 huevos L
-          4 tsp de esencia de vainilla (he usado la vainilla en polvo con azúcar, no la blanca sino esa oscura de Vahiné)
-          480 ml de buttermilk (abajo explico cómo se prepara)
-          4 TBS (cucharadas soperas) de colorante rojo
-          2 tsp de vinagre blanco
-          2 tsp de bicarbonato
-          2 tsp de levadura tipo Royal




Aclaraciones:

  1. Normalmente lo que se utiliza es esencia de vainilla, pero yo no la puedo usar porque es una maceración en alcohol de las vainas. Por eso lo que hago es sustituirla por polvo de vainilla. Cuando la receta lleva leche (sin vinagre) se pueden calentar vainas en ella y así obtener el sabor deseado con las semillas negras que le dan un toque de glamour al dulce en cuestión.
  2. La receta de la Red Velvet Cake es de Joy of Baking, sólo que yo la he tuneado un poco (he añadido la levadura química y el fondant de vainilla, así como la decoración que se me ha antojado).
  3. Las medidas que doy hay que dividirlas en dos. He hecho primero dos bizcochos y después otros dos para que la tarta tenga cuatro capas. En la receta original, se supone que con la mitad salen dos bizcochos que se pueden cortar por la mitad obteniendo así las cuatro capas preceptivas… quien quiera puede intentarlo, a mí no me salieron lo suficientemente altos como para cortarlos.

Buttermilk: para elaborar el buttermilk hay que diluir en 240 ml de leche una TBS de vinagre (puede ser de vino blanco, de manzana o incluso de zumo de limón). La mezcla se dejará reposar 10 minutos. Por eso no hay que hacerla hasta antes de añadirla a la masa. ¿Para qué sirve? El buttermilk es de lo mejor que hay, ayuda a que los rebozados y los bizcochos queden ligeros. Yo lo utilizo también para hacer pollo frito estilo KFC, sólo que me sale muuucho mejor. Una asignatura pendiente es un post con esta receta que me encanta.



Red Velvet Cake: 12-14 raciones

• Precalentar horno a 180º. Engrasar con mantequilla dos moldes redondos para tarta (se recomienda que sean de 23 cm de diámetro. Vamos, los moldes normales). Tras engrasar, colocaremos en la base (por debajo del molde) papel de horno y con un lápiz haremos un círculo siguiendo la línea. Repetiremos la operación para poder pegar estos círculos dentro del molde en la base previamente engrasada. Esto nos ayudará a desmoldar con mayor facilidad (lo sé, he repetido mucho ‘molde’, ‘desmoldar’ y… ‘molde’, otra vez).

• En un bowl tamizar la harina, el cacao, la sal y la levadura. Mezclar bien y apartar.

• En otro bowl -el de la batidora eléctrica o, si lo hacéis a mano, simplemente otro cuenco- batir la mantequilla hasta que se forme una pomada. Después, añadir el azúcar y batir hasta que la mezcla esté ligera y esponjosa. Echar los huevos, de uno en uno, y batir tras cada adición.  Añadir la  vainilla y mezclar hasta que se incorpore.

• En un vaso medidor añadir al buttermilk dos TBS de colorante rojo líquido o en gel. Aquí está la clave para que nos quede la clásica Red Velvet Cake, pero, claro, yo gasté toda una botellita de colorante rojo, más un tubito de esos cutres que venden el  súper, más unas gotas de colorante en gel de Americolor y éste es el rojo que he logrado. Os he puesto lo de las dos cucharadas soperas como indica la receta, pero os cuento mi experiencia.

• Tras esto deberemos añadir a la mezcla de mantequilla y huevos la harina y la leche teñida en tres adiciones, empezando y terminando por la harina. ¿Suena confuso? Hay que hacerlo así:

a) Verter un tercio de la mezcla de harina y batir
b) Verter un tercio de la leche 'colorá' y batir
c) Verter la mitad de la harina y batir
d) Verter toda de leche y batir
e) Verter lo que queda de harina y batir



• Comprobaréis que el resultado es una masa brillante bastante roja. Pues ahora viene la mejor parte, lo que yo llamo: “Quimicefa” (¿os acordáis?). En un pequeño cuenco pondremos una tsp de vinagre y añadiremos una tsp de bicarbonato (el vinagre que viene en los ingredientes no lo habíamos usado todavía, el del buttermilk no cuenta porque era para elaborarlo). Veréis que la mezcla burbujea (mi parte favorita), pues tendréis que añadirla a la masa, mezclar rápidamente y dividir la masa a ojo entre los dos moldes para meterlos en el horno…¡¡¡Ahhhhhhhh qué estrés!!!

• Bien, ya tenemos nuestros bizcochos en el horno, calentando por arriba y por abajo, y deberemos mantenerlos unos 25-30 minutos (ya sabéis, truco del palillo: seco, listos; húmedo, un poquito más). Yo coloqué cada molde en una bandeja distinta, aunque en los hornos americanos (ya sabéis que todo allí es XXL) caben los dos moldes en la misma bandeja, es más, seguro que si me pongo de cuclillas quepo hasta yo. A los 20 minutos intercambié de posición los bizcochos, por si acaso.

• Cuando ya estén hechos, los sacaremos y dejaremos reposar unos 10 minutos. Tras esto, los desmoldaremos y colocaremos sobre una rejilla (yo enfrié bien la del horno y le puse en ambos extremos dos soportes para que estuviera elevada).

• Después meteremos los bizcochos en la nevera envueltos en film transparente como mínimo unas 2 horas. ¿Por qué? Porque así nos será mucho más fácil trabajar el bizcocho y cortarlo, limarlo o lo que le queramos hacer. Por cierto,  cuando los metí a enfriar, no les quité el papel de hornear, el que tenían en la base, para que no se rompieran cuando todavía estaban a temperatura ambiente.

• Bien, ahora deberemos repetir todo el proceso para volver a hornear otros dos bizcochos que enfriaremos en la nevera. Es duro, lo sé, pero merece la pena.

 
• Tras las dos horas (yo dejé mis bizcochos 4 horas, incluso se pueden hacer semanas antes y congelarlos, porque cuanto más tiempo mejor) prepararemos el frosting de queso.


Cream Cheese Frosting:

 Ingredientes:

-          227 gr de queso crema (tipo Philadelphia) a temperatura ambiente
-          227 gr de mascarpone a temperatura ambiente
-          1 tsp vainilla
-          115 gr de azúcar glas (previamente tamizado)
-          360 ml de nata líquida 

Para decorar (opcional):

-          1 tsp de azúcar granulado
-           ½ tsp  de colorante rojo
-          1 molde para el fondant
-          2 frambuesas




• En un bowl batir el queso crema y el mascarpone hasta que estén cremosos. Añadir la vainilla y el azúcar glas y batir hasta que la mezcla sea homogénea y suave.

• Con el batidor eléctrico de varillas batir e ir incorporando poco a poco la nata líquida. Aquí se me presentó el problema. Puse todos los ingredientes con las medidas que se pedían, pero la consistencia no era la deseada, ya que el queso crema americano tiene mucha más grasa que el nuestro por lo que siempre queda con más cuerpo. Así que añadí 300gr más de azúcar glas y 360 ml más de nata líquida. La cosa mejoró algo, pero no como para que pudiera cubrir la tarta. Así que, saqué los bizcochos, serré las tapas con cuidado, quité los bordes con un cortador redondo (el de pizzas) y rellené entre capa y capa con el queso. Después cubrí la tarta con más queso y esperé unos cinco minutos para añadirle el fondant (que hay que amasar con un rulo y poner azúcar glas sobre la superficie en la que vayamos a trabajarlo para que no se pegue). Colocaremos el fondant sobre la tarta ayudándonos del rulo (enrollamos en el mismo y después lo colocamos encima del bizcocho para poder deplegarlo). Veréis que sobra un poco por los bordes, cortaremos con el cortador de pizza o con un cuchillo.

• Adornos: con lo que me sobró hice el camafeo que se ve. Teñí el fondant de rojo y coloqué la pasta en el molde. Alrededor decoré con azúcar que puse en una bolsa pequeña de plástico a la que le añadí unas gotas de colorante del mismo color, haciendo honor al nombre de la tarta ;p. Después masajeé el azúcar hasta  que quedó teñido. Se lo ví hacer a una amiga hace unos años y me pareció una buena idea que ahora he podido aplicar.



Notas:
a)      Que nadie crea que con la aclaración sobre qué es el Ramadán intento hacer proselitismo, este blog es mi vida y cuento mis citas con el dentista, mis envidias verdes y, por qué no, mi filosofía de vida. Sin más : )
b)      Mis fotos son desastrosas, pero ¿a qué no sabéis qué? No tengo solución.
c)      Estamos en crisis, así que no penséis que lo que me sobró tras serrar los bizcochos ha ido a parar al cubo de la basura, de eso nada. Las sobras están en el congelador esperando a tener más hermanas para poder hacer cake pops o los bizcolados de Sandra (la Receta de la Felicidad).
d)     Besos de azúcar


martes, 10 de julio de 2012

Banana chocolate cupcakes y mi visita al dentista


Otro post, otro capricho






 La semana pasada TUVE que ir al dentista. Repito, TUVE. No fui ni por una revisión, ni por hacerme la cool que cumple con la cita anual preceptiva. No. Fui porque había intentado hacer la vista gorda con una muela que lleva cuatro años dándome la lata. Lo cierto es que acudí a otro dentista en su momento para que me hiciera un empaste, pero en cuanto me rozaba el diente con el aparatito metálico, notaba una  descarga eléctrica que me llegaba hasta el cerebro. Tras tres anestesias la situación no mejoró y me mandó a casa con una cara que reflejaba más miedo que la mía (¿Ya no podía confiar en las anestesias? ¿y si a partir de mi visita todos los pacientes se volvían insensibles a la lidocaína?). 

Lo preocupante es que el cachivache no estaba enchufado a nada, era lo que ellos llaman “sonda periodontal”. Esa ‘cosa’ con la que raspan los dientes (qué agradable sensación) para comprobar si lo que hay son manchas o verdaderas caries.

Tras cuatro años (cosa imperdonable) he tenido que ir desesperada a otro dentista porque el dolor que sentía me había obligado a tomar paracetamol. Y eso solo significaba una cosa: problema serio. Lo ‘mejor’ ha sido que el no haber tratado el tema a tiempo ha supuesto que en lugar de un empaste me hicieran… ¡una ENDODONCIA! Sólo recordarlo duele. En honor a la verdad tengo que reconocer que este dentista me ha puesto mejores anestesias y que no se ha cortado, me ha drogado tanto como yo quería. Pincha por la cara interior de la encía, por fuera, clava la aguja en el hueso… Incluso, tras vaciarme el diente, me pinchó anestesia en el mismo nervio. Las agujas no me dan ningún miedo, me tranquilizan porque sé que anestesia buena; dolor malo. Pero tengo que reconocer que el que me clavara aquello en el mismísimo centro del dolor fue brutal. Mis gritos me asustaron incluso a mí.

El trabajo tuvo que hacerse  en dos sesiones, así que al día siguiente regresé con la boca todavía dolorida para que terminara de sacarme los nervios con unas minúsculas limas (¡qué preciosismo!) que metió en cada raíz y con las que me raspó el interior de mis dientes, aunque a mí me pareció que hurgaba en mis entrañas. Sí, mi vida es genial. Pero por lo menos ahora me siento orgullosa por haber aumentado mi umbral del dolor… Bueno, he gritado, he llorado, pero he sobrevivido. Y eso, my friends, es lo que cuenta.

Lo increíble es que a pesar de todo, en un pequeño rinconcito, mi mente imaginaba mi próxima receta: unas galletas que se me han ocurrido y que espero poder hacer.  Pero, finalmente traigo un capricho de chocolate que se me lleva antojando desde hace una semana. Doy mi palabra de que si se sigue la receta al dedillo es prácticamente imposible que no salga deliciosa. El bizcocho de chocolate y plátano es lo más jugoso y ligero que he probado (me río de las tartas de chocolate al uso y de los tan manidos brownies -no me disgustan-  que todo el mundo hace). El chocolate fudge buttercream me recuerda a aquellos helados que todos hemos comido de pequeños, esos conos que te hacían con una máquina que te hipnotizaba mientras veías caer la crema sobre un cucurucho, todo hay que decirlo, algo pálido y que sabía a papel. Si queréis podéis solo hacer los cupcakes sin más, pues están riquísimos, pero a los que como a mí les guste una bomba calórica de vez en cuando… con buttercream del bueno. La receta es de Stephanie Jaworski (Joy of baking) y es, simplemente, maravillosa.

Ingredientes para los cupcakes:
- 130 gr de harina
- 200 gr de azúcar
- 35 gr de cacao en polvo sin azúcar (yo he usado Cola Cao 0%).
- ¾ tsp (cucharada de café) de bicarbonato
- ¾ tsp de levadura química
- ¼ tsp de sal
- 1 huevo L
- 90ml de aceite sin sabor. Yo he usado de girasol (también puede ser de maíz o cualquier aceite que no tenga un sabor fuerte)
- 120 ml de agua (temperatura ambiente)
- 60 ml de leche (puede ser semidesnatada, desnatada o, como en mi caso, entera)
- 2 tsp de esencia de vainilla
- 1 plátano o banana (prefiero la segunda opción). La banana tiene que estar madura para aportar mayor dulzor 



Precalentar horno a 180º diez minutos antes de hornear.  Poner las cápsulas de papel en la bandeja para cupcakes.

Sí, habéis leído bien, nada de mantequilla y sí aceite de girasol. Esta parte era la que más me chirriaba, pero el resultado, además de ser increíble, es que los cupcakes, al no contener mantequilla, se mantienen unos cinco días en la nevera sin que el bizcocho endurezca.
Primero mezclaremos los ingredientes secos tras haberlos tamizado para evitar grumos de masa. Esto es, la harina, el azúcar, la levadura, el bicarbonato, la sal y el cacao. Seguidamente, en otro bowl, machacaremos con un tenedor el plátano. Después añadiremos el huevo L y mezclaremos a mano con varillas. Para finalizar, le pondremos la esencia de vainilla y mezclaremos bien.

Ahora toca hacer un hueco en el centro de los ingredientes secos y añadir la masa formada por el plátano, la vainilla y el huevo. Tras esto, mezclaremos bien, pero no demasiado, porque como podréis comprobar la masa es fina (no os preocupéis por los grumos del plátano). Es mejor mezclar a mano con una lengua de silicona o con una cuchara cualquiera. Tras lo cual llenaremos las cápsulas con nuestra cuchara de hacer bolas de helado o con cucharón de sopa, o incluso con un vaso medidor, e introduciremos la bandeja en el horno para tenerla a 180º arriba y abajo (160º si es con ventilador) durante 22-25 minutos. Para asegurarnos de que están listos debemos hacer la prueba del palillo: seco, listos; húmedo, les falta. Cuando terminemos de hornear, dejaremos cinco minutos en el horno, con la puerta abierta. 

Posteriormente pasaremos los cupcakes (fuera de la bandeja) a una rejilla para que enfríen por completo.

Ingredientes chocolate fudge buttercream:
- 130 gr de mantequilla (a temperatura ambiente)
- 2 tsp de esencia de vainilla
- 90 gr de chocolate negro (sin azúcar, muy importante)
- 120 gr de icing sugar (o, en su defecto, de azúcar glas) tamizado.

Tendremos que fundir el chocolate al baño maría. Es muy importante que sea sin azúcar porque si no quedará muy dulce. En el caso del buttercream no podemos reducir la cantidad de icing sugar para compensar el dulzor de otro ingrediente, porque es el icing sugar el que permite que la crema tenga cuerpo. Cuando hayamos derretido el chocolate, lo dejaremos de lado para que enfríe (¡No meter en la nevera!).

Lo siguiente es poner los dados de mantequilla en un recipiente y batir hasta que se forme una especie de crema. Tras esto añadiremos el icing sugar. Se puede usar perfectamente azúcar glas, pero es cierto que el primero está todavía más refinado y hace que el resultado sea mucho mejor.

Cuando hayamos logrado una crema dulce añadiremos el chocolate que no deberá estar caliente ni templado para no derretir la mantequilla, y mezclaremos.  Añadiremos la vainilla y batiremos de nuevo. Pararemos varias veces de batir para rascar los bordes del bowl en el que estemos mezclando. Esto se hace para que resulte un buttercream homogéneo y no nos encontremos con una cobertura de cupcakes multicolor (pegotes de amarillo-mantequilla, manchas marrón-chocolate y grumos blancos de azúcar).

Yo he decorado usando la manga pastelera con la boquilla 1M de Wilton (porque no encontraba en mis cosas la nueva boquilla 2D). Pero el resultado me ha encantado. Como toque final he puesto por encima virutas de chocolate negro alemán y  a otros les he puesto menos buttercream (porque ya no me quedaba ) y gajos de limón y naranja de gominola. El resultado genial. Besos de azúcar. 

  

Nota: por cierto, si alguien hace la receta que recomiende mi blog, es importante citar las fuentes como lo hago yo ;p.