Mi
cara B
Odio
a la gente que cuando hace algo te dice “Si lo hago, lo hago perfecto o no lo hago”
Ese tipo de personas a las que, y perdonadme por ser demasiado “sincera”, a
simple vista no consideras especialmente inteligentes, ni brillantes, sino más
bien personas anodinas que te sorprenden cuando descubres que tienen un don,
nada menos, para la escritura, el bricolaje o, como ahora se ha puesto tan de
moda, la repostería. Resulta que la mitad de la faz de la tierra sabe usar el
horno, pero no para ‘echar’ dentro una carne con unas verduras hoscamente
cortadas, sino que lo que tienen en sus cocinas es una mini cueva de Aladino, de la que siempre acaban sacando tesoros dulces o salados. Para más inri, hacen
unas fotografías para subir a sus respectivos blogs que ni el National Geographic. ¿Why? ¿Es mi imaginación o desde que
todos estamos interconectados por esa cosa que al principio llamaban la red de
redes, parece que el resto de nuestros
congéneres, salvo una misma, son cuasi perfectos en algo, lo que sea? A mí, y
vuelvo a pedir disculpas, no me dan para nada ganas de dejar un comentario en
el blog del tipo: “Eres maravilloso, me encantan las fotos ;p”; o “Ains (no sé
por qué ahora todo el mundo suspira con este monosílabo) qué envidia me das,
envidia sana claro… Ojalá pudiera ser como tú”. Pues no, a mí no me da envidia
sana, la verdad, me da de la otra, de la mala, mala. De la que sabes que si fuera
de algún color sería verde, verde veneno. De esa que si escupes en la pared
sabes que harás un agujero por el efecto del ácido venenoso esputado. Sí,
esputado, una palabra fea, pero no puedo usar escupitajo, porque ya he dicho
antes escupir y a eso se le llama repetición.
A
veces me he levantado por la mañana y me he dicho a mí misma, en plan profundo,
“Quiero cambiar de vida, creo que voy a montar algo por mi cuenta”. Entonces es
cuando empieza mi obsesión por ir buscando en la red información, ya sean
blogs, libros o noticias varias, sobre la repostería/cocina. Y ahí llega el
problema, una quiere hacer algo que no se haya hecho hasta entonces, pero en cuanto
entro en alguna de estas páginas tan personales y tan monas de amas de casa o
mujeres profesionales que durante una baja por maternidad han revolucionado el
mundo de la repostería, me deprimo. Me convierto en un soufflé mal hecho, me
deshincho, voy bajando y bajando poco a poco de mi levitación hasta que toco el
suelo y continuo dándole a mi ordenador para seguir escribiendo sobre la
investigación con la que esté liada en ese momento. Otra oportunidad que se me
escapa como un globo de helio. La veo alejarse, pero no siento, tan entumecida
estoy por mi dolor de ver que los demás ya lo han inventado todo. ¿O no?